Por.- Carlos Angulo Parra
La política en México está muy enferma, esto si se pretendiera comparar a
la misma con el estado de salud de un individuo. Esta enfermedad de la
que sufre la política, tiene como causa a los mexicanos que han visto a
la política como una especie de inversión para sacar provecho personal,
de esta concepción derivan esencialmente todas las consecuencias que
tenemos en México: los altos niveles de pobreza, la inseguridad, la
impunidad, la corrupción, los salarios bajos, los malos servicios
públicos y el subdesarrollo en general que padecemos.
Si los mexicanos visualizáramos a la política como debe ser, es decir,
como la actividad organizada de la sociedad para la solución de sus
problemas, alineando los diversos intereses opuestos a fin de lograr
resolverlos de una manera justa y orientada a la obtención del bien
común, concebido como el generar un entorno adecuado para que todo
individuo pueda lograr sus anhelos en la vida, tendríamos como resultado
una situación totalmente distinta a la existente en México, que es una
realidad de la política que genera toda clase de problemas que nos han
venido llevando cada vez más hacia una senda de ruptura social.
Muchos mexicanos ven a una persona que aspira a un puesto público de
elección popular, como una gran presa de oportunidad de “qué me vas a
dar a cambio de mi apoyo”, desde lo más esencial, como el regalo de
materiales de construcción, artículos utilitarios, becas, acceso a
empleos o simple dinero constante y sonante; o bien, millonarios
contratos gubernamentales, preferencias en licitaciones, negocios al
amparo de información confidencial del gobierno o prebendas generadas
por los conflictos de intereses.
Al aspirante a puestos de elección popular se le exige que realice todo
tipo de compromisos personales, desde meter dinero propio en las
campañas, claro, como forma de “inversión”, al cabo “cuando salgas te
desquitas”, generándose una colusión insana con todo tipo de negocios,
consorcios, compañías que aportan dinero por arriba y “bajo cuerdas” a
las campañas. Así tenemos a empresarios que le apuestan a uno y otro
candidato opositor, para cubrirse las espaldas.
En fin una senda
interminable de componendas, que luego derivan en perjuicio para todos,
menos para los muy pocos que les toca la parte del león, a los políticos
encumbrados.
Si seguimos inmersos en este paradigma los mexicanos seguiremos la senda
de la pobreza y el subdesarrollo, con poca gente muy rica y una inmensa
mayoría de pobres, y una clase media que se achica y establece sus
sueños para que sus hijos salgan del país a buscar mejores horizontes.
¿Podemos cambiar esto, hay forma de salirnos de este círculo vicioso que
cada vez nos hunde más?
Yo soy un optimista y creo que sí. Tengo la firme convicción de que los
mexicanos tenemos el poder y la voluntad de salir de este marasmo. Creo
que en México existen liderazgos a flor de tierra dispuestos a salir y
dar la batalla para que la política rinda frutos.
Tenemos todos los elementos formales para poder lograr, como se dice,
“darle la vuelta a la tortilla. Contamos con un sistema electoral
aceptablemente confiable, en donde auténticamente los votos cuentan y se
cuentan, existe la noción y convicción de que no podemos seguir igual,
tanto en nuestros liderazgos formales como en la inmensa masa ciudadana
que ya ha llegado al total hartazgo. Existen los elementos formales
necesarios para generar un sistema de transparencia y de combate a la
corrupción eficaz.
Lo que nos hace falta, es despertar y tomar los retos de enfrentarnos al
sistema que nos ha llevado a esto, primero reconociendo que ya no es
inversión hacer este tipo de apuestas a la política. Que ya no debemos
visualizar la política para sacar raja del poder, sino verla como la
única salida para solucionar nuestros males, cortando de cuajo las redes
de intereses y componendas y apostarle en la política a la gente de
buena fe, por más minimizada que pueda estar.
Si apostamos a ello, con
firme convicción de que el pueblo tiene la solución, alineándose con
personas que garanticen el romper con estas “inversiones” en la
política, no dejándonos llevar por el compromiso del voto por el regalo o
el miedo a que “ya no nos darán más”, reconociendo que lo que nos dan
dista mucho de solucionar nuestros problemas y sí nos ocasiona cada vez
más problemas mayores.
Debemos de reconocer que primeramente es necesario votar, la abstención y
el voto nulo, así como la decepción en la política nada más nos hunde
más, y evitar la dispersión del voto opositor, en donde se deben de
incluir, sin distinción de partidos, a todos los ciudadanos que ya no
quieren inversiones en el gobierno, que simplemente desean un buen
gobierno, que respete la ley, los derechos humanos, que no se robe el
dinero, y que otorgue justicia y piso parejo para todos.
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