lunes, 9 de marzo de 2015

¿Hay Solución de los Problemas que Padecemos?

por: Carlos Angulo

Estamos inmersos en escenarios políticos nunca antes vistos. La administración del Presidente Peña se encuentra en una marcada crisis cuyas consecuencias aflorarán en las próximas elecciones. Pero el régimen no es el único que se encuentra en crisis, también lo están los partidos políticos y, por consecuencia, la mayoría de los políticos en lo individual, a raíz de lo que se ha convertido en lugar común saberlo.

Finalmente el choque de la apertura democrática mexicana con las nuevas realidades de la globalización en la política, la interacción entre la sociedad y el mundo de las comunicaciones instantáneas, así como la frustración que ha causado en la gente el estancamiento económico, la inseguridad, los intentos del régimen de reinstalar el autoritarismo, aderezado con la displicencia de la mayoría de los políticos y la de la sociedad civil decepcionada de todo ello, nos está llevando al caldo de cultivo ideal para tener un rompimiento que nos pueda conducir hacia una dictadura de mano dura o una dictadura mesiánica tipo populista, o bien, y así lo deseamos, a la recomposición de las fuerzas de poder hacia una auténtica institucionalización y real apertura democrática con una sociedad responsable y participativa.

Ante este escenario, los “comentócratas” únicamente describen y se quejan del problema, pero pocos proponen o especulan hipótesis de solución. Pretendo en este breve espacio, establecer una hipótesis de solución: el problema que tenemos en México de donde derivan las calamidades que padecemos en general es el de la falta de un estado de derecho, de donde deriva la impunidad, la corrupción, los monopolios depredadores de los consumidores, la falta de productividad y la competitividad, la desigualdad económica y social, la injusticia, los millones de pobres, el crimen organizado, la inseguridad, la violencia y desapariciones, las violaciones de los derechos humanos, los moches, los conflictos de intereses, los sobre precios en las ventas de bienes y servicios al gobierno, las licitaciones amañadas, y un largo etc., del gobierno. Por lo que corresponde a la sociedad civil, existe la cultura del no pago y de la tranza, la falta de declaraciones de los ingresos para el pago de los impuestos, la economía informal, la colusión con los competidores para fijar precios, la explotación de los trabajadores al no inscribirlos al IMSS, el abuso a los empleados domésticos, el trabajo infantil, la trata de personas, y muchos etc.

Todas las violaciones descritas se dan por muchas razones y no porque, como dijo el Presidente Peña, esté en nuestra cultura. Nuestro sistema político autoritario generó la cultura del favor y el clientelismo, con un gobierno patrimonialista. La ley es una mera referencia, un especie de saque para que yo gobierno te haga el favor de perdonarte tu incumplimiento, ya sea no persiguiendolo o hacerte una regla general o particular como gremio o individualmente, para mantenerte controlado. Esto genera una actitud del gobernado de que ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, y a su vez, el particular hace lo posible para engañar al gobierno para sacarle más provecho al favor concedido.

Esta estructura de manejo del poder ha generado grandes desigualdades económicas y pérdida de competitividad, ya que los cercanos al poder, sacan grandes beneficios que reparten a sus cómplices en el gobierno, generándose fortunas incalculables y miseria en los que no se encuentran en “la jugada”.

Todo lo anterior genera la convicción social del “que no transa no avanza”, creándose una cadena interminable de faltas de ética en el quehacer cotidiano, se trate o no se trate de asuntos con el gobierno. El régimen de Peña impulsa un acendrado regreso de lleno a las reglas no escritas de navegación dentro de un ambiente en donde la ley no impera, con la dicotomía de que lo que más se ufana el régimen es en presumir las reformas estructurales que no son otra cosa más que nuevas reglas de un estado de derecho que en sí no se cumple.

¿Qué se necesita para resolver este problema? Creemos que es necesario empezar por la cúspide del poder que fue la que creo este sistema perverso, haciendo la reforma estructural que es la piedra angular para solucionar este sistema maléfico; esta es la reforma de transparencia en el quehacer del gobierno. Si todo el actuar del gobierno, los proyectos de obra, las licitaciones, los pagos de avance de obra y de los contratos de servicios se publican por medios electrónicos, a través de la Internet y se televisan en tiempo real las juntas de aclaraciones y las comunicaciones de los particulares con los órganos de gobierno, entonces se pueden crear observatorios ciudadanos, formales e informales, contralorías sociales para vigilar constantemente lo que pasa en el gobierno. Si establecemos la nulidad de los contratos cuyos actos no se publiciten y la sanción inmediata de destitución del cargo al funcionario que incumpla con esta obligación, tendremos una transparencia generalizada que es la mejor forma de evitar y prevenir la corrupción.

La segunda reforma que sigue después de la de transparencia, es la del sistema nacional anticorrupción (“SNA”), que establecería los mecanismos propicios para evitar la impunidad de los que violen la ley aún con la existencia de la transparencia.


El paso constitucional para la transparencia ya fue dado. Ya tenemos un sistema nacional de transparencia, ahora toca aprobar la legislación secundaria que implemente el sistema, para luego hacer la reforma constitucional para establecer el SNA, y establecer las instituciones autónomas que la implementen. Solo así podremos salir del marasmo político en el que nos encontramos, para dar pie a que las reformas estructurales produzcan los frutos que deseamos, que es que los mexicanos vivamos en un entorno adecuado para realizar nuestros anhelos en la vida.

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