por:
Carlos Angulo
Creo
que todo mundo ya está cansado de ver que se escriba sobre el caso de Iguala (a
mi no me gusta llamarle Ayotzinapa, porque los acontecimientos sucedieron en
Iguala), pero me veo en la necesidad de hacerlo porque no he visto que alguien
hable de lo que voy a escribir.
No
cabe duda que lo que el caso Iguala descubrió en el país es la inmensa
frustración de muchos mexicanos. Esta frustración se viene generando desde que
todos tuvimos grandes expectativas de que todo iba a cambiar a partir del año
2000. Lo que muchos no saben, es que realmente sí cambiaron muchísimas cosas,
pero no necesariamente para bien.
Primeramente
voy a hablar de lo que cambió para bien:
• La libertad de prensa llegó casi para
quedarse. Aunque con el regreso del PRI al poder hemos visto que los
“controles” a la prensa volvieron (digo prensa en sentido amplio: los medios de
comunicación que comprenden además de la prensa escrita, los medios
electrónicos, como el radio y la televisión y las innovadoras redes sociales,
que comprenden todas las modalidades que encontramos en el Internet), ello se
ejemplifica con la desaparición de los medios, de Pedro Ferríz de Con, y de la
nueva Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, que impone
intervenciones a la Internet y a las comunicaciones electrónicas personales.
Por el otro lado, tenemos las coberturas de Milenio TV y Foro TV de los
acontecimientos en vivo y en tiempo real, así como múltiples artículos
publicados en los diarios, como el de Jorge Ramos, que habla de la renuncia del
Presidente Peña Nieto, situación impensable que saliera publicada en un diario
de circulación nacional.
• El sistema electoral se ha mantenido y
mejorado, aunque hubo un retroceso en 2007, creo que se ha superado con las
recientes reformas aprobadas, y estamos por estrenar el nuevo sistema nacional
electoral, en donde se amplían las causales de nulidad de las elecciones, se
libera a los Órganos Locales Electorales y a los Tribunales Electorales Locales
de la intervención de los gobernadores. Es claro que desde antes del año 2000
los votos “cuentan y se cuentan”, aunque aún falta controlar la “manipulación
de conciencias”, a través de los regalos y “propaganda electoral utilitaria”,
que ahora queda prohibida.
• La economía, hasta ahora, se ha
mantenido estable, a pesar de que hemos pasado por la mayor crisis económica
mundial en casi 100 años. La clase media creció exponencialmente, tenemos un
constante aumento en el número de profesionistas (de los más grandes del
mundo). Nuestras ciudades se han modernizado y somos el país que más exporta en
Latinoamérica (nuestras exportaciones superan las de toda la región en su
conjunto, incluyendo las de Brasil).
• Tenemos la mayor cantidad de
estudiantes universitarios de nuestra historia, en relación con nuestra
población total.
• Los grados de libertades civiles y
democráticas no tienen precedente en nuestra historia.
Ahora,
digamos las cosas malas:
• No cambiamos en esencia el paradigma
político que creó el PRI. Seguimos teniendo en muchos estados gobiernos
autoritarios sin límite alguno, con mucho poder y mucho dinero. Seguimos
teniendo sindicatos corruptos sin control alguno, que explotan a sus agremiados
y son aliados y comparsa del gobierno. No realizamos una reforma constitucional
a profundidad para cambiar los esquemas políticos fundamentales que le han dado
oxigeno al PRI y que lo hizo regresar al poder y le está permitiendo
reconstruir muchas de las estructuras autoritarias que se debilitaron.
• No hemos logrado vencer las
desigualdades y el crecimiento de la pobreza.
• Los poderes fácticos que tienen
monopolios siguen vivos y fuertes. Aunque las reformas estructurales
recientemente aprobadas ya están en vigor y operando, las leyes secundarias
lograron acotar para mal lo que las reformas constitucionales establecieron,
dando oportunidad a que los monopolios de telecomunicaciones y radiodifusión
tomaran un segundo aire.
• La corrupción creció “democráticamente”.
Cuando se eliminó el sistema autoritario, se soltaron muchos amarres y
controles anticorrupción de facto que el sistema autoritario tenía, desatándose
una corrupción rampante, sobre todo en los gobiernos municipales,
delegacionales y locales, así como en muchos de los procesos federales, sobre
todo en las paraestatales.
• El estado de derecho no se fortaleció
imperando la impunidad, creciendo exponencialmente la intervención del crimen
organizado y generándose niveles de inseguridad nunca antes vistos en el país.
Esta última situación ha llegado a crecer en el nuevo gobierno, después de que
erróneamente trató desastrosamente de probar, que iban milagrosamente a
desaparecer al retirar las fuerzas armadas del escenario nacional y bajando el
nivel a la comunicación de los hechos de violencia.
Ahora
nos encontramos con hechos tan escandalosos como los de Tlatlaya e Iguala, este
último creando una situación de entornos de disolución social, que está
creciendo a pasos agigantados, hasta el nivel de tener en la primera plana de
las prensa nacional este domingo, imágenes de la quema de una de las puertas
principales de Palacio Nacional, mandando una señal más de descontrol social e
institucional hacia el país entero, como hacia el extranjero; sobre todo,
después de que el gobierno generó la imagen artificial a nivel mundial de que
el Presidente Peña Nieto había llegado a México para convertirse en su
salvador.
Ahora
nos encontramos con un país regado de pólvora social, principalmente en el
Centro y Sur, que espera que alguien encienda la mecha para que explote. Sobre
todo ante una reacción de “dejar de hacer y dejar pasar” del gobierno, que
percibo que francamente está asustado: un Procurador que abiertamente nos dice
que ya está cansado, un Secretario de Gobernación escondido y un Presidente en
fuga hacia China, como para tratar de explicar el por qué no fue ya el salvador
de México.
Con
este escenario digno de una situación que crea el caldo de cultivo ideal para
un estallido social, muchas fuerzas políticas del país, y sobre todo, mucha
gente de la sociedad civil que ante las expectativas creadas por el “haber
sacado al PRI de los Pinos” y haber sacado al PAN del gobierno, y no ver más
que un empeoramiento de las cosas, se siente ante la tentación de salir a la
calle y arrastrar al primer gendarme que encuentre, legislador, servidor
público, para luego quemar cualquier edificio emblemático del gobierno.
A
pesar de esta gran tentación que está como tal más que justificada, debemos
poner los pies en la tierra y ver el potencial que tenemos, lo que hemos
logrado y lo que necesitamos hacer. Creo que estamos en lo que los psicólogos
llaman, como una “situación límite”, en donde nuestro estado de ánimo nos puede
llevar a cometer una tontería que nos conduzca a atrocidades y a la destrucción
de nuestra patria, libertades y el relativo bienestar, o bien, esta situación
nos lleve a aprovechar la coyuntura en la que el gobierno y los poderes
fácticos se sienten vulnerables, para completar lo que nos faltó a partir del
año 2000. PAra completar lo que nos falta requerimos:
• Establecer un auténtico sistema
anticorrupción;
• Re-direccionar los presupuestos para
verdaderamente apoyar a la población, no con dádivas, sino con apoyos
productivos para emprender negocios productivos, para aplicar recursos a
nuestro sistema de justicia, en las áreas de prevención, persecución y
justicia, en las policías, fiscalías y en el poder judicial;
• Fortalecer a nuestras instituciones y
hacer que México tenga un verdadero estado de derecho.
Solo
trabajando bajo el orden institucional, con una participación ciudadana
responsable y decidida, con un gobierno abierto y preocupado por el bien de
México y no por intereses particulares obscuros, lograremos superar esta crisis
de seguridad y descontrol institucional en la que nos encontramos.
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