por:
Carlos Angulo
Qué
viene después de las convulsiones vistas a lo largo y ancho del país, en donde
la olla de presión finalmente explotó y ocasionó la ira ciudadana por: el
evidente deterioro del estado de derecho y la gobernabilidad en muchas partes
del país, causado por el desdén de las autoridades de acatar la ley en todos
los aspectos, principalmente en la impunidad, la corrupción, la delincuencia y
el poco respeto a la paz pública en todos los sentidos.
Todo
esto en conjunto ha ocasionado un hartazgo de la población que aunque en su
inmensa mayoría no votó por el PRI, a pesar de ello, tenía la esperanza de que
ellos contaban con el “oficio político” para poner orden en México. Pero sobre
todo, hay un hartazgo de los grandes partidos, PAN y PRD, porque muchos de sus
políticos se han casado con el régimen, han dado una tibia oposición y han
guardado un vergonzoso silencio ante tantos acontecimientos negativos en la
conducción nacional.
Ahora
tenemos el caldo de cultivo ideal para lograr el cambio. Para bien o para mal
hay una parte muy importante de la ciudadanía que no quiere saber nada de los
partidos políticos, y le apuesta a las candidaturas independientes, como si
ello fuera a ser la panacea que salvara a México. Hay otra parte de personas
que le apuesta a la generación de la anarquía y piensa que providencialmente
saldrá una solución sobre las cenizas del régimen, y otra parte importante de
ciudadanos que se enconchan en sus partidos políticos y tienen la esperanza que
en la siguiente elección todo volverá a su cauce.
Yo
creo que la solución a los problemas que aquejan al país tiene que salir de un
impulso de buena fe del régimen (dudo que suceda pero eso sería lo ideal), para
regresar a la normalidad institucional, tomando decisiones firmes y serias de
cambiar las cosas para combatir de fondo la corrupción, aplicar estrictamente
el estado de derecho y fortalecer a las instituciones, para regresarle la
confianza al ciudadano.
Sin
embargo, paradojicamente, esto se puede dar con una verdadera presión de los
partidos de oposición y la inclusión de la sociedad civil para que tenga una
voz en este proceso de recomposición. Este impulso debe tener la fuerza y
compromiso suficiente para exigir que sucedan las cosas, pero no destruir y
entrar en la anarquía que puede aprovecharse por las fuerzas que siempre están
listas para tomar poder aprovechándose del caos.
Este
salto cuántico puede suceder, si hay en los actores políticos necesarios, un
espíritu de sacrificio para comprender que se acabaron los privilegios en la
política; que si se quiere ganar grandes cantidades de dinero, se tiene que
hacer generando riqueza en el sector privado, y no dilapidando los fondos
públicos con peculados, moches, cohechos y conflictos de intereses.
Las
“grandes transformaciones” que pregona Peña Nieto, deben de partir del
ejercicio de políticas públicas ordenadas, a partir del ejercicio del
presupuesto, para que el mismo no se use en otorgar regalos como las
televisiones (20 millones), y de otro tipo de ayudas “asistenciales” que más
bien son electoreras ($475,000 millones de pesos), haciendo de inmediato una
reducción de impuestos, para regresar al camino del crecimiento e impulsando a
las empresas para que inviertan y generen empleo, dando el ejemplo con un
programa de austeridad en los tres poderes de la Unión, eliminando prebendas
innecesarias, como los gastos personales exorbitantes, (ej, viajes inútiles).
El entramado legal e institucional existe (con el Sistema Nacional
Anticorrupción que el PAN propone, se garantiza la prevención y el castigo a la
corrupción), pero lo que hace falta es la voluntad política para implementarlo.
Existe
ahora el entorno ideal para lograrlo, pero los pasos necesarios para ello se
tienen que hacer muy firmes y con liderazgos con sabiduría y decisión. Los
jóvenes tienen la pasión para darle combustible a este cambio, pero cuidado que
el mismo no nos vaya a explotar en la cara y terminar con una dictadura
militar, una dictadura civil apoyada por los militares o un caos que implique
hasta una intervención extranjera, que nos haga perder todas nuestras
libertades y todo lo que hemos ganado en este largo camino hacia una democracia
y que rinda frutos de bien común.
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